¿Cuál Río?

Alejandro Cohen Soledad Patiño

Al río Suquía o Primero casi simpre le dimos la espalda, aunque hay ciudad porque es nuestra fuente principal de agua y el agua es esencial para la vida. Porque si tomábamos sus aguas limpias río arriba, las ensuciábamos con diversos efluentes río abajo. Pues era el desagüe natural y donde, literalmente, lavábamos la ropa sucia. Nunca fue un río navegable. Eso hizo que siempre lo subestimáramos. Sólo nos sorprendía e intimidaba en las crecidas. Como resultante de afluentes de ríos serranos, siempre fue inestable, con “secas” y esas grandes crecidas. Lo empezamos a domesticar hace poco más de 100 años con la construcción del dique San Roque. Y lo terminamos de domesticar cuando en la década del 40 del siglo XX se sistematizó el arroyo de la Cañada, otro afluente del Suquía que inundaba varios barrios de la ciudad.

Cuando se funda Córdoba, dos cursos de agua atravesaban el actual territorio de la ciudad: el Río Suquía y el arroyo la Cañada. El Suquía era la espalda de las distintas y nuevas urbanizaciones del siglo XIX, el centro tradicional y los seis barrios-pueblo que lo rodearon: Güemes, Alberdi, San Martín, Alta Córdoba, General Paz y San Vicente. El río era sinónimo de grandes barrancas —quedan pocas—; de pocos puentes entre el “pozo” —el Centro y Güemes—, la zona de quintas —Alberdi, separada por la cañada—, los barrios en los “altos” —San Martín, General Paz— y el “insular” San Vicente. Pocas veces se llevó bien con la ciudad. Por ejemplo cuando se hizo el parque Elisa a principios del siglo XX —el hoy parque Las Heras—. Porque el parque llegaba al cauce del río y porque se habían puesto unos “azudes niveladores” que armaban unos pequeños diques con compuertas y se armaba un “espejo de agua”. Hay fotos de la época dónde se ve gente navegando en pequeños botes de remo. Increíble pero sucedió.

En 1888 se construye el viejo dique San Roque y en 1886 el dique Mal Paso más los canales maestro Norte y Sur, para riego del cinturón verde Norte y Sur respectivamente. Esta fue la época donde se crearon las grandes infraestructuras de agua en la ciudad. A partir de allí la situación se mantiene sin cambios en la cantidad de nuevas infraestructuras hasta 1953, con la construcción del dique Los Molinos. Las nuevas obras hidráulicas en la ciudad de Córdoba —dique y embalse San Roque / dique nivelador Mal Paso / canales de riego / río Suquía / canales secundarios— pasan a conformar el sistema de riego del área metropolitana. En la primera mitad del siglo XX, Córdoba era una pequeña ciudad con una extensa y completa red de canales para desarrollo productivo. Se trataba de una visión técnica de vanguardia para la época que armonizaba la disponibilidad del agua con el territorio. Eran tiempos de optimismo sin límites, con aportes extraordinarios en infraestructura de agua. El cinturón verde conformaba un elemento de equilibrio ambiental.

La ciudad creció nuevamente a mediados del siglo pasado, se extendió en grandes periferias queriendo ser a veces una ciudad jardín y, desde la década del '60, su expansión se hizo indetenible. ¿Y el río? Bien, gracias. Allí, en esa época, empezó la idea de urbanizarlo y se empezó a “sistematizar” su cauce. Es esa idea de “canalizarlo” con esos canales de hormigón armado —canales de estiaje— que todavía hoy se dejan ver en el centro y Alberdi. Fue cuando se empezó a balbucear la idea de una “vía rápida” en una ciudad prematuramente congestionada porque todas las vías de penetración pasaban por el centro. El río seguía siendo la espalda. Casi un terreno baldío. En algunas partes un basural a cielo abierto. Ni más ni menos.

Con la vuelta a la democracia después de una larga dictadura, en 1983 comienza el entonces intendente electo Ramón Mestre —padre— a hablar de recuperar el río Primero, que empieza por recuperar su nombre: Suquía. Como era de jurisdicción provincial —dependía de la Dirección Provincial de Hidráulica— no era sencillo cómo hacerlo “frente” y no “fondo”, “cara” y no “espalda”. Y se opta por una propuesta inteligente y muy viable. Se proyecta una avenida costanera que se la va haciendo por tramos —por eso tiene las manos al revés—. Había recursos muy limitados, entonces se acuerda con la Provincia usar parte del cauce para hacerla, o sea de la cota inundable, al par que se recuperan muchas áreas que estaban usurpadas por los fondos de las propiedades linderas. Era una época en muchas ciudades del mundo de recuperar los llamados waterfronts —frentes de agua marítimos y fluviales—. Se hizo cómo se pudo. Estamos hablando de fines de los años 80 del siglo XX. No hace tanto.

Así, la gente redescubrió el río y fuimos a pasear a la “costanera” de nuestro modesto río Suquía. La avenida quedó a medio camino entre un “paseo” y una “vía rápida” de acceso y egreso al centro. Vía rápida porque a la llamada “velocidad de diseño” la define la cantidad de intersecciones, y hay pocas. Y trajo consigo muchos puentes nuevos y luego las ciclovías. Y algunas sorpresas de las buenas, y otras no tanto. Por eso las calles de la costanera son bajo los puentes, o sea, inundables. Y por esas condiciones el transporte público colectivo nunca lo pudo usar. Esas fueron sus limitaciones. Sino no se podía hacer…

Imágen: "Wally en el río" / Tomás Spina (2019)

La más interesante: se pudo intervenir también en el cauce, en un meandro dónde el río “dobla” en Alberdi. Y, gaviones mediante y el reuso de un puente ferroviario que se había desplomado, se construyó la isla de los patos. Con los patos como “sensores” vivos de la pureza del agua del Suquía. O sea, una acción de gobierno inteligente y un proyecto técnico imaginativo construyeron…: ¡¡¡Naturaleza!!!. Eso fue lo bueno, lo más interesante. Pero no fue suficiente. Había que continuar la acción. Y no “dormirse en los laureles”: ya está, ya lo recuperamos al Suquía. Y aunque no es el Paraná frente a Rosario, tiene lo suyo. Aunque invariablemente porteños y rosarinos que nos visitan lo confunden con la cañada… por el “hilo de agua” que es las más de las veces.

Por otro lado, durante años, el sistema de riego de la ciudad de Córdoba atravesó un proceso de decadencia y deterioro debido al crecimiento de la ciudad que aplastó el sistema de canales y lo inutilizó parcialmente. Las razones de su decadencia fueron: la falta de mantenimiento de las infraestructuras, las pérdidas del sistema, el aumento de zonas urbanizadas y la reducción de los flujos de irrigación debido a la creciente demanda de agua potable. Al proceso enunciado se suma otro: el dominio fiscal de las márgenes y la disponibilidad de agua que constituyen una asociación que favorece la ocupación ilegal.

En ese punto de esta historia lo que no avanza, o retrocede o se estanca, como el agua que si se estanca, se muere. Por una parte, el usufructo del nuevo frente del río no tuvo el ímpetu, la dinámica que se esperaba. Para el mercado inmobiliario seguían siendo más rentables otras áreas. Y salvo excepciones, no se renovaron sus bordes con nuevos programas habitacionales o de nuevos equipamientos. Y no se idearon políticas y proyectos concretos para promover todas estas áreas aledañas al río. Entonces, buena parte de su recorrido urbano se “unilateralizó”: quedó solo sesgado a ser una vía de tránsito rápido. Hubo excepciones, algunas recientes, que enlazan el río con nuevos parques: por caso el del Chateau, o las proximidades de la reserva parque San Martín. Tal vez en ese mismo sentido: toda la operación del centro cívico, al margen de la calidad o pertinencia de sus edificios en particular. O zonas donde se consolidó el cauce natural —barrio Bajo Palermo, Urca—. Y zonas en irresuelto y crónico conflicto como la exvilla La Maternidad, que si se reurbanizaba podría haber consolidado la noción de que cerca del río pueden vivir todos los sectores sociales, que “renovar” no es siempre echar a los que están.

Quizás ahora volviendo a intervenir desde San Vicente hacia el este, hasta Circunvalación para acceso y egreso del transporte de pasajeros de ambas terminales, todo eso tramo pueda volver a ser transitable. Vaya a saber, ahora volvió a ser un baldío peligroso de una zona pobre y marginal de la ciudad. Y el tema no se va a resolver sólo con “escolta policial” a los ómnibus de media y larga distancia. Es más complejo. Es que el río es cómo una “postal lineal” de la ciudad donde ricos y pobres se asoman al mismo: countries y villas miseria, barrios de clase media, colegios como el Belgrano y hospitales como el Clínicas, nuevos barrios cerrados tipo casonas y torres como Capitalinas, canchas de fútbol como la “B” —en pleno reciclaje—, viejas y “nuevas usinas”, galpones de industrias abandonadas hacia el sureste. El —ahora— exmercado de abasto en pleno centro. Todo un mundo en una línea de naturaleza, cemento y agua. Y frustraciones como la construcción paralizada del nuevo Concejo Deliberante o el aún más efímero MNBA (Museo Nacional de Bellas Artes en los galpones del Exabasto.

Es que tiene que haber plataformas para el encuentro, para la recreación: para un poquito de vida al “aire libre” cuando la ciudad se vuelve agobiante… tal vez más puentes peatonales, algún nuevo “azud nivelador” para armar nuevos pequeños diques o embalses de agua —se hizo algo así en río IV, habrá que ver cómo resultó—. Lugares recreativos y gastronómicos. Limpiarlo, que no se sigan vertiendo efluentes industriales y cloacales; mantenerlo, no ponerle cosas que se las lleve el agua. Ver si siempre la “vialidad” tiene que ir así, “pegada” al agua, o puede haber otras opciones. Incluso una vez por la zona de Bajo Palermo, el Intendente Martí, a mediados de los '90, alentó al arquitecto Miguel Ángel Roca —autor de los CPC— a pensar uno de estos Centros de Participación Comunal como un edificio en puente sobre el Suquía. Se armó un lío bárbaro en la Córdoba conservadora y el proyecto se archivó. Tal vez hubiera sido el mejor y más interesante CPC.

¿Que todo esto es muy dificil? Obvio, y sigue en la agenda pública. Porque no alcanzó lo que se hizo. Y hay cosas que hay que hacerlas de nuevo. Así es la ciudad, permanente pasado, permanente presente y permanente futuro. El hilo de agua, verde y cemento vale la pena. Esa triple línea hay que “ensancharla”, enchufarlo más a la ciudad que lo rodea, que lo encierra, para que no lo ahogue. Quizás meterlo más en la ciudad y no meter tanta ciudad en el río. Ya no son los patos del Suquía (se murieron contaminados los pocos que sobrevivieron a la cacería urbana para “pato a la parrilla” u otras delicias gourmet). Ahora los “sensores” de la calidad de vida somos nosotros. Y lo mejor es tratar bien el agua donde hay agua. Donde no hay es dificil inventarla; aunque de vez en cuando podamos inventar “una fuente del perdón”. El viejo Suquía nos tiene paciencia. Pero nos pide imaginación, proyectos, cuidados y concreciones.

Tres claves de actuación

1

Un nuevo equilibrio natural-artificial que constituye este río de cauce más o menos controlado, de las diversas maneras en que la ciudad, sus tejidos habitativos, sus equipamientos urbanos, sus espacios públicos y sus vialidades lo bordean y en el caso de estas últimas, también lo atraviesan. Se trata de poder entender estos nuevos escenarios urbanos que conforman desde utopías hasta intervenciones pragmáticas tratando de poner en juego diversas acciones proyectuales.

2

Un río diverso: un río natural con persistencia de barrancas; un río de grandes acontecimientos públicos atravesado transversalmente por una nueva y potente intensificación de flujos viales conectivos; un río de diversos episodios de fractura socio– espacial según la margen de que se trate; sectores híbridos con accesos al cauce en espera de sus bordes urbanos; un río con significativos equipamientos urbanos y con una curiosa intervención en su propio cauce; un río “central” como periferia interior inconclusa; un río cívico y ferroviario acentuando su atravesabilidad; un río exvilla y de nueva evacuación vial previa expulsión de la irregularidad dominial; un río periferia exfabril y un río basurero y link autopista

3

El desafío persiste: ¿cuáles serán las acciones más adecuadas para conciliar? La remediación ambiental y la construcción de espacio público y espacios verdes, la integración socio– espacial, la conectividad y accesibilidad, la renovación de los tejidos habitativos y del necesario equipamiento comunitario que integre y no segregue. El único “destino” obvio de momento se expresa en la exacerbación de las tácticas de intensificación de flujos, lineales y tranversales. Tal vez sean necesarios e inevitables. No sólo no son suficientes, podemos perder una nueva oportunidad de construir y reconstruir esta infraestructura de saneamiento ambiental y de remediación social de nuestra ciudad.

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